Frantic (Roman Polanski, 1988)
Hoy he visto 'Frantic'.
Hay algo que tiene Polanski y que nadie más en el mundo tiene. Podría decir talento, pero sería muy cruel y además no es cierto que muchos otros no lo tengan.
Creo que el señor Roman podría haber sido hilandero, porque si algo siento en común viendo cualquiera de las películas de su variada filmografía, es que lo que mejor se le da es tejer, y cualquier tipo de tejido. Es capaz de coger los hilos entre los dedos, hacerlos cuadrar, encajar, fundirse, construir algo poco a poco, hasta lograr la prenda.
La escena final de 'Frenético' tiene algo hipnótico.
Es el encuentro entre dos mujeres vestidas de rojo (una absolutamente clásica con hombreras y otra con el vestido ajustado, medias y cazadora de cuero) que no se han cruzado en todo la película.
La esposa de Harrison Ford, alegre, americana, simple, mayor, desaparecida, el hueco de su cabeza en una fotografía, ausente para el espectador: una mujer.
Y la pequeña criminal, fuerte, parisina, jóven, impulsiva, necesitada, solitaria, feroz: la chica.
No sabemos qué siente ninguna de estas dos mujeres, porque la película es de Harrison Ford, sin embargo ahí, en ese plano que apenas dura unos segundos, donde ambas mujeres se cruzan en un intercambio cruel, se miran sin apenas mirarse, rozándose sin tocarse, y entonces, en ese breve pero intenso cruce de destinos, entonces lo comprendemos todo.
Hay algo que tiene Polanski y que nadie más en el mundo tiene. Podría decir talento, pero sería muy cruel y además no es cierto que muchos otros no lo tengan.
Creo que el señor Roman podría haber sido hilandero, porque si algo siento en común viendo cualquiera de las películas de su variada filmografía, es que lo que mejor se le da es tejer, y cualquier tipo de tejido. Es capaz de coger los hilos entre los dedos, hacerlos cuadrar, encajar, fundirse, construir algo poco a poco, hasta lograr la prenda.
La escena final de 'Frenético' tiene algo hipnótico.
Es el encuentro entre dos mujeres vestidas de rojo (una absolutamente clásica con hombreras y otra con el vestido ajustado, medias y cazadora de cuero) que no se han cruzado en todo la película.
La esposa de Harrison Ford, alegre, americana, simple, mayor, desaparecida, el hueco de su cabeza en una fotografía, ausente para el espectador: una mujer.
Y la pequeña criminal, fuerte, parisina, jóven, impulsiva, necesitada, solitaria, feroz: la chica.
No sabemos qué siente ninguna de estas dos mujeres, porque la película es de Harrison Ford, sin embargo ahí, en ese plano que apenas dura unos segundos, donde ambas mujeres se cruzan en un intercambio cruel, se miran sin apenas mirarse, rozándose sin tocarse, y entonces, en ese breve pero intenso cruce de destinos, entonces lo comprendemos todo.
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