Catfish (Henry Joost & Ariel Schulman, 2010)

Ayer a la noche leí en el maravilloso blog de Arácnido en Tupelo un artículo que presentaba 'Catfish' como el polo opuesto de 'La red social'. Dijo que Catfish muestra la otra cara de Facebook (la del usuario) de una manera que, sin desvelar mucho, podríamos sintetizar así : el sueño de Mark Zukerberg produce monstruos.
Y a mí, que no me gustó nada esa cara nominada a los Oscars, pensé que quizás esta otra me resultara más interesante.
Y así fue.

El formato. Toda esta historia del facebook, y no sólo de la red social en sí, sino de esta nueva manera que tenemos de "conectar" los seres humanos unos con otros, exigía el género documental. Lo pedía a gritos. Y digo documental con todas mis reservas, con todas sus mentiras, con todas sus trampas.
Dejemos de creer y demandar la realidad. Sobre la realidad. Es inevitable que como usuaria de internet desde temprana edad pueda sentirme totalmente ajena a los hechos narrados. Nada más lejos: me veo totalmente representada en pizcas, una de aquí, otra de allá.
Sí, confieso Padre, he pecado, he mentido, he ensalzado, he realzado, he creído pseudoenamorarme de gente que no conocía de nada y resultó ser un terrible fraude (f for fake), viendo fotos en las que salían extrañamente muy favorecidos. Sí, confieso Padre, he mantenido conversaciones eróticas, he llamado por teléfono a esos nombres de la red, que mentían, ensalzaban, realzaban. Sí, confieso, he tenido o tengo un facebook falso para jugar con la gente, reírme de ella amparándome en el bendito y peligroso anonimato. Y que tire la primera piedra quien esté totalmente libre de pecado. Y aún encima, dadme las gracias, porque sin gente como yo, seríais aburridos y apagados, sin alguien que os mantuviese alerta.

La película es un puzzle muy adecuado y, sí, sin duda aquello que llamamos la vida real, es su referente más directo.

Además, encuentro sumamente interesante cómo se desarrolla la historia. De principio a fin. Cómo te sumerge en el relato y cómo avanzas con él, como un pez en un arroyo. Ah. ¡Hermosa metáfora!

Si tengo que encontrarle un Pero, y se lo encuentro, me enzarzaré con el final.
Por una parte me gusta que haya profundizado en ese ser que sólo sabe ser fragmentos de aquello que solía ser, de lo que quiso ser y nunca fue. Más allá del cliché de persona fea, y gorda, y con hijos dismuídos y sin demasiadas aptitudes artísticas (sabed leer esto, dejad la demagogia a un lado) que es una mentirosa y que jugó con un pobre (y guapísimo) hombre. PERO. Por otra parte, oh, por favor, ¿no es todo demasiado sensible y lleno de buenas intenciones?
Hubiera querido un poco más de maldad, de perversión, de retorcimiento, y no un final tan dulce y optimista. No me importa lo que haya pasado de verdad, no necesito moralinas. Y tampoco necesito ningún texto que me informe de qué es real y qué no. Quién me dice que tú, director, no me estás mintiendo. Al fin y al cabo, ¿no es de lo que se trata todo esto?

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