Copie conforme (Roonevesht barabar asl ast) (Abbas Kiarostami, 2010)
Hoy he visto 'Copia certificada' y recuerdo que a los 19 años estuve realmente obsesionada con Kiarostami. Chema y yo veíamos todas las películas que podíamos y luego hablábamos durante horas de él, había algo que nos cautivaba. Y sigue habiéndolo.
Hay mil y una cosas que me han encantado de su última película. Primero, todas esas ideas sobre las copias. He tenido una sensación de déjà vu constante. De esa misma historia, de esa misma forma de contarla. No sé si Kiarostami se copia a sí mismo, o copia a Rossellini o copia al ser humano. Y la verdad es que tampoco me importa, si el resultado es éste.
Los idiomas, me parece un recurso tan bien utilizado. Cómo su sangre es francesa y la de él inglesa y el italiano no es más que una reconciliación. Cómo cada uno se adapta o no a la lengua del otro, si discuten, si progresan, si parecen, por un instante, quererse. Cómo el idioma que hablan, habla realmente por ellos. Él habla sólo su idioma. Ella será todos para él, que es lo que hacen las personas que quieren llegar a poder entenderse, comunicarse, (re)encontrarse.
Me han interesado todas esas cosas que se han callado en esta película, que se han omitido, que no se han explicado al detalle. Que se intuyen o se imaginan o simplemente forman parte de un universo paralelo: el de esos personajes, que casi se sienten como personas, que caminan a nuestro lado, que escuchan las mismas campanas, los mismos pájaros, bajo esa misma luz naranja y dulce y fría.
Esta terrible, terrible copia de lo que era el amor. De lo que éramos tú y yo, una fotografía con el traje de novia, la sonrisa y el temblor. Ese ideal. Qué razón tenía esa señora al afirmar que sería estúpido sentirnos miserables por culpa de un ideal.
Y sin embargo, ¿no lo recuerdas? ¿lo que sentíamos? ¿en esta cama, mirando a través de esta ventana, tocando todos estos rincones, pintándome los labios de rojo por ti?
No lo ves, pero somos tú y yo y una almohada capaz de mantener tu olor intacto durante 15 años.
Hay mil y una cosas que me han encantado de su última película. Primero, todas esas ideas sobre las copias. He tenido una sensación de déjà vu constante. De esa misma historia, de esa misma forma de contarla. No sé si Kiarostami se copia a sí mismo, o copia a Rossellini o copia al ser humano. Y la verdad es que tampoco me importa, si el resultado es éste.
Los idiomas, me parece un recurso tan bien utilizado. Cómo su sangre es francesa y la de él inglesa y el italiano no es más que una reconciliación. Cómo cada uno se adapta o no a la lengua del otro, si discuten, si progresan, si parecen, por un instante, quererse. Cómo el idioma que hablan, habla realmente por ellos. Él habla sólo su idioma. Ella será todos para él, que es lo que hacen las personas que quieren llegar a poder entenderse, comunicarse, (re)encontrarse.
Me han interesado todas esas cosas que se han callado en esta película, que se han omitido, que no se han explicado al detalle. Que se intuyen o se imaginan o simplemente forman parte de un universo paralelo: el de esos personajes, que casi se sienten como personas, que caminan a nuestro lado, que escuchan las mismas campanas, los mismos pájaros, bajo esa misma luz naranja y dulce y fría.
Esta terrible, terrible copia de lo que era el amor. De lo que éramos tú y yo, una fotografía con el traje de novia, la sonrisa y el temblor. Ese ideal. Qué razón tenía esa señora al afirmar que sería estúpido sentirnos miserables por culpa de un ideal.
Y sin embargo, ¿no lo recuerdas? ¿lo que sentíamos? ¿en esta cama, mirando a través de esta ventana, tocando todos estos rincones, pintándome los labios de rojo por ti?
No lo ves, pero somos tú y yo y una almohada capaz de mantener tu olor intacto durante 15 años.
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