La Soledad (Jaime Rosales, 2007)

Hoy he vuelto a ver 'La Soledad', porque la elegí para hacer un trabajo para clase y abordar la cuestión de cine social. Transcribo algunas cuestiones.

Se podría decir que Jaime Rosales se interesa por retratar esas irrupciones, esas explosiones que sacuden los cimientos de la vida humana. En todas sus obras el giro narrativo que cambia la existencia viene de la mano de otro ser humano (ya sea un individuo o una organización). Los personajes que padecen las consecuencias se convierten automáticamente en víctimas, ajenas a las causas originales de su propia tragedia, y por lo tanto inocentes.

Basándose en estas constantes, se suele definir a Jaime Rosales como un director de cine social, y él mismo afirmó en más de una ocasión que la intención de su cine es ‘despertar conciencias’ (que se suponen dormidas), un concepto muy interesante que alude a la dimensión didáctica del género.

En la emergencia de este posible género llamado social, podríamos definirlo como una serie de constantes que aluden a determinados conflictos o tensiones que subyacen en el panorama actual.
Este terreno es muy propicio a ser narrativizado, pues se trata de materia novelable donde los personajes acostumbran a ser víctimas de su contemporaneidad y las circunstancias que les rodean, y como los grandes héroes de las tragedias griegas, son sufridores del fatum o destino trágico.

La cuestión planteada sería, ¿en qué medida ‘La Soledad’ puede ser considerado cine social?

Si algo diferencia a esta película de los otros filmes de temática social, es la desdramatización absoluta.
Este es un punto de gran interés. Se podría considerar que tomar una situación de la realidad y tratar de representarla en su faceta más dramática, explotando con los recursos que ofrece el cine todos aquellos problemas que las personas reales sufren, es tramposo e irrespetuoso. Es tramposo porque el drama extremo es un arma de identificación emocional infalible, a la que el espectador no se puede resistir. Y es irrespetuoso porque a base de distorsionar y/o exagerar este conflicto humano real (partimos de la base de que el cine social si bien no está siempre basado en hechos reales, siempre lidia con un problema real de la sociedad), el resultado es más un producto con beneficios que una cuestión humana.

Es por esto que es un acierto que el drama en ‘La Soledad’ esté reducido y sea observado desde una perspectiva fría, alejada y aséptica, que es la única forma de objetivizar un problema y poder analizarlo.

Sin embargo ‘La Soledad’ no es propiamente un análisis, sino una exposición. El resultado obtenido a través de los encuadres siempre enmarcados, de la polivisión y de todos los artificios cinematográficos de los que echa mano es acusar o darle el status de voyeurista al espectador. Convertirlo en un ciudadano que observa desde una distancia prudencial a esos personajes que podrían ser sus amigos o vecinos, y todos esos problemas que podrían o no atañerle.

Ciñiéndonos a la temática, se podría decir que ‘La Soledad’ no habla de terrorismo, pues no presenta ninguna argumentación ni posición al respecto más que mostrar una acción que ocupa apenas cinco minutos de todo el metraje. Se limita a exponer la vida en un antes y un después de una explosión que sacudió los cimientos de la vida de una persona, y sus secuelas emocionales.

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Sin embargo, sí habla a grandes rasgos de personajes que son víctimas de la sociedad: la incomunicación, el problema de la vivienda, de pequeñas tiendas que cierran, de conflictos familiares, incluso de la soledad. Cabe preguntarse si la soledad puede ser considerada un problema social, y no deja de ser irónico, pues no se puede estar solo socialmente, ya que la soledad te convierte en un individuo y te aísla de este contexto.

Se podría decir que el tema tratado es la fragilidad del estado de bienestar, una felicidad que peligra en la medida en la que no somos capaces de controlar las acciones de esa sociedad aún cuando formamos parte de ella.
El conflicto reside en estos Sujetos de los cuales seguimos su trayectoria, pero que entre ellos no llegan siquiera a rozarse, que desean algo que no tienen (ya sea vivir en la ciudad, comprarse un piso en la playa, superar un cáncer, evitar que su madre venda el piso de toda la vida, o en el caso de Adela simplemente poder volver atrás), que carecen del saber para obtener estos deseos, y sólo encuentran opositores en su camino.

Curiosamente la única persona que consigue aquello que quería es Helena. Sin embargo tras alcanzar aquello que deseaba, el personaje nunca llega a estar satisfecho ni feliz, pues en cuanto consigue algo, pasa a desear aquello que ahora ha perdido. Esta es un representación perfecta de la mente humana, una constante pérdida y consecución de deseos que nunca conducen a ninguna parte.

etc, etc, etc.

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