L'enfer d'Henri-Georges Clouzot (Serge Bromberg, Ruxandra Medrea, 2009)

Hace años vi L'enfer, una película dirigida por Chabrol basada en el guión de Henri-Clouzot. La película tenía una fuerza intraducible. Me quedé fascinada cuando la vi, porque era técnicamente bastante corriente, y no era capaz de localizar dónde estaba su poder. Así que la volví a ver al día siguiente, y al otro, intentando encontrar ese algo tan hipnótico. Luego me di cuenta. Era el guión, había algo en él, una especie de magia o de misterio. Era como si no funcionase hacia el exterior, como una historia que pudieras analizar con el raciocinio, o unas imágenes que pudieras analizar semióticamente. No, L'enfer subía directamente desde los infiernos y se dirigía hacia la sangre, no hacia los ojos. Se metía, de algún modo, en tus venas, y las envenenaba de tal modo que a veces, viendo la película, sentía hasta asfixia.

Hacía mucho tiempo que quería ver L'enfer d'Henri Clouzot, la película que tomaba esas 130 horas que había grabadas por Henri-Clouzot que nunca se hicieron película y reconstruía como podía la historia. Ya sé que he usado la palabra hipnosis en el párrafo anterior, pero realmente no hay otra palabra que defina mejor lo que producen estas imágenes grabadas sin sonido, que parecen llegadas de ultratumba, como un enigma a resolver. Hace poco leí en un libro algo que decía Resnais cuando se dirigía a hacer 'L'annèe dernière à Marienbad. Decía que iba a hacerla para demostrar que era imposible hacerla. Creo que algo así debió sentir Henri-Clouzot cuando se pasaba los días obsesionado con determinada escena y quería repetirla hasta la saciedad, cuando no avanzaba, sólo se quedaba horas en silencio mirando ese lago donde quería hacer determinadas pruebas de luz. Yo creo que si esa película se hubiera hecho, con ese guión que me quiso hacer morir aún siendo filmado de un modo ligeramente mediocre por Chabrol, y con esas imágenes que no puedo evitar poner a continuación, habría sido sencillamente una de las mejores películas de la historia. O quizás no. Es lo bueno de los muertos y de las cosas que nunca han nacido. Siempre puedes poner todos tus sueños sobre ellas, y esperar que esa realidad alternativa hubiera existido. Todo es mucho mejor en nuestra cabeza, siempre.

Hay una de las mujeres entrevistadas en la película, no recuerdo quién, que decía algo que suscribo plenamente: "El sentimiento que tuve cuando leí el guión fue algo totalmente físico. Más físico que intelectual. Recuerdo la historia perfectamente, pero lo que quedaba no eran escenas ante las que uno dijera ¡Esto es formidable! ¡Qué visión! No era eso. Era algo que experimentabas a medida que progresabas en la lectura del guión. La ansiedad y la neurosis sentidas por Marcel, por Reggiani, tan potentes, que te sentías superada por un sentimiento físico de angustia, hasta llegar al punto de que no podías soportarlo"

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