Boudu sauvé des eaux (Jean Renoir, 1932)

En el Cineclube están haciendo un ciclo que llaman Las Desagradecidas, sobre aquellas que dicen no, aquellas que no dan las gracias, que no quieren ayuda. Mientras la semana pasada me las volví a ver con la insoportable Mona, esta semana le tocó el turno a Boudu, hombrecillo al que adoré. Mona y Boudu tienen muchísimas cosas el común. Ambos viven en la calle y quieren seguir haciéndolo, ambos reciben ayuda de gente que se cree superior a ellos, caridad, le llaman, y ambos la rechazan. Ambos quieren volver a sus raíces (la tierra o el agua respectivamente) y no quieren duchas ni estúpidas corbatas. Me pregunto sin embargo por qué odié a Mona y quise a Boudu. Chema me explicó por qué: porque el director así lo quiere. Agnàs Varda quiere que odiemos a su criatura, que la despreciemos, que no sintamos compasión por ella. Mientras que Jean Renoir desprende simpatía (que no compasión) hacia su personaje, normal, es adorable y gracioso. Le quiere, al maleducado ese. Al irreverente, al que va a reírse a casa del burgués, de sus estúpidas costumbres, de sus limpios manteles, de todo el vino derramado y absorbido por la sal. Me cae bien, sí, éste que no quiere ser salvado de las aguas.

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