El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973)

Llevaba 5 años sin visitar la colmena.

Sin ver a Ana, ni a Isabel, ni a Teresa, ni a Fernando. Que se quedaron atrapados en esa misma colmena, en ese naranja, ese atardecer, encerrados en la barriga de los pájaros, que no se callan en esta película que es más vida que cine.

Todos los muertos a nuestras espaldas. Tantas ausencias, tantas cosas destruídas, que quizá con ellas se fue nuestra capacidad para sentir de verdad la vida.
Cómo ser nostálgico con ese pasado, de armas, de bocas, pero cerradas, de exilios, de distancias, sin noticias, en trenes que se van pero nunca vuelven, sólo vuelven sí pero con miradas, en uniforme, perdidas, dolidas, quebradas, profundas. Apartar la vista en la que se leía no sé qué triste espanto.
El reposo mismo de la muerte, alejado de una residencia que no admite enfermos ni tumbas.

Gracias a este espíritu por no tener tiempo, campanas, agujas, segundos. Gracias por saber hablar en el silencio.
Para este espíritu, o no hay palabras, o hay todas las del mundo.

Para esta mujer, que se sienta y siente, sólo existe el mundo tras la pantalla.