To the Wonder (Terrence Malick, 2012)

'To the Wonder' es como un viaje en barco. A algunas personas, como a mí, les encanta viajar en barco. Les encanta sentir el viento frío en la cara, el dolor del pelo enredándose, el vaivén interminable que hace tu cabeza girar, ese ligero mareo que se parece a volar. A otras personas, como a mi madre, no les gusta viajar en barco. Prefieren los medios de transporte tradicionales, aquellos que, ante todo, le permiten realizar el trayecto con los pies en la tierra: autobuses, trenes, coches. Historias tradicionales, que cuentan con una trama evidente.

Cuando viajas en tren puedes estar seguro de una cosa: de que vas a llegar a tu destino. De que todas tus preguntas se verán resueltas, que no habrá sorpresas. No hay claustrofobia, ni vértigo, ni temor. Viajar en barco es otra cosa. Hay un sinfín de imprevistos que pueden surgir, de oleajes que pueden cambiar tu trayecto, la fuerza del viento contra la que luchar. Y desde luego, nunca conoces de antemano el puerto al que vas a llegar. Ni dónde ni cuándo ni como.

Cuando viajas en barco, cuando ves 'To the Wonder', no sabes dónde estás. Es como estar en medio de un bosque rodeada por árboles de más de 10 metros de altura, que apenas te dejan vislumbrar unos rayos de sol y unos rayos de nubes y empiezas a girar sobre ti misma, utilizas tus pies como eje de rotación, y te sientes mareada pero no puedes parar, y cuando lo haces, alrededor solo hay náuseas y un dulce dolor de cabeza, un no saber dónde, cómo hacer esto, cómo vivir el amor, cómo atacar a la vida.

'To the Wonder' es una película táctil que te sorprende acariciando el terciopelo de las butacas de cine buscando una sensación a la desesperada. Es una película fría por momentos, cuando quiere meterse como un viento violento atravesando tu cuello y dándote un escalofrío de tristeza y vacío. Es una película cálida cuando te ofrece un amor sobre suelo enmoquetado con rayos de calor aterrizando sobre los cuerpos, naranjas y brillantes. 'To the Wonder' es una película que se puede oler y huele a salvaje. A tierra mojada y a trigo alto, huele a correr hacia ninguna parte, perdida y dañada. Pero sobre todo huele a mar agitado, huele a dejarte mecer por las olas mientras te invita a dejar las preguntas inútiles para los que viajan en tren.

No la vean si no les gusta viajar en barco.


Comentarios

  1. A ver, esta no es una película "táctil", es un continuo sonrojo. Es como lo que le pasó a Médem en Caótica Ana: de repente son viejos verdes y hacen truños que tendrían sentido si las rodase alguien con menos de catorce años. Hay una escena en concreto que resume la peli, y es cuando la prota, una de ellas, se encuentra con su amiga francesa. Socorro. Aún así, lo peor es lo aburrida y larguísimamente vacía que es. Fotogramas preciosos, eso sí.

    (Parece que he entrado aquí sólo para criticar, pero lo cierto es que me encanta tu blog. Me he devorado casi todas tus entradas en un fin de semana. Creí encontrar un punto de referencia para ver las pelis que recomiendas con los ojos cerrados porque coincidimos en casi todas. Pero no, aprenderé a utilizar el filtro y leer entre líneas)

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