L'apollonide (Souvenirs de la maison close) (Bertrand Bonello, 2011)

A veces algunas películas son como invitaciones a mundos misteriosos con pesadas puertas de madera que se abren sólo durante dos horas. El director te ve en la calle, esperando bajo la lluvia, ávido de ver, se apiada de ti, te agarra de la mano y te deja entrar con él en ese espacio. Y ahí es donde habita la vida, o la muerte, o estas chicas que viven en la maison close, que en la traducción al español pierde su significado (la palabra prostíbulo no implica privacidad ni cerradura). Nosotros, espectadores, a no ser que alguno de mis lectores haya ejercido alguna vez la prostitución, somos ignorantes de ese mundo y aceptamos satisfacer nuestra curiosidad con esta película que más que cine es un cuadro muy minucioso.

Lo que me gusta de ella es que tiene mucho amor y también mucha mala leche, equilibrados de una manera muy inteligente. La escena más cruel, la desfiguración por parte de un cliente a La Judía, está maravillosamente introducida. En medio de un ambiente idílico, de música, baile, prostitutas felices, clientes felices, piernas eternas. Y entonces, un grito en medio de una cama, las sábanas llenas de sangre, y un profundo corte a negro. Y además...

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