Los amantes pasajeros (Pedro Almodóvar, 2013)
Cada vez que Almodóvar saca una película, todo el mundo se muere de ganas de verla. Su estreno es un gran acontecimiento, que es algo que no se puede decir sobre las obras de demasiados directores actuales. Porque Almodóvar tiene la suerte de que no solo sus devotos van al cine a ver sus películas, sino también aquellos que le odian con amargura. Qué voy a decir, Almodóvar es facilísimo de odiar. Basta con que seas homófobo, retrógrado, purista, o demasiado serio. Porque si hay algo que creo que es imprescindible a la hora de disfrutar de las películas de Almodóvar es no tomarse la vida, ni el cine, ni a uno mismo demasiado en serio. Y esta aparente superficialidad choca con ese Deseo de nuestro querido Pedro de sugerir temas profundos de fondo. Véase las referencias nada camufladas a la crisis, a la malversación de fondos, a los escándalos económicos o al gusto del Rey por el sadomasoquismo. O esos pequeños dramas sentados en las butacas y disfrazados con colores estridentes: la hij...