Two for the Road (Stanley Donen, 1967)

'Two for the Road' fue una de mis películas de cabecera de la adolescencia, y ayer me entraron muchas ganas de volver a verla.

Si hay algo en lo que nunca había reparado en muchos de sus visionados, es en que no es una película que se mueva a diversos tiempos, sino en dos muy simples: el peso del pasado, y la resolución del presente-futuro. Pero sobre todo el pasado. No sé si la gente que no es yo está tan obsesionada como yo con el pasado. Si son capaces de considerarlo en su justa medida, sin añadidos que lo falsifiquen. En 'Two for the Road' no hay indicios de distorsión: todo se nos presenta como se supone que fue, no hay versión de ella ni versión de él, sino simple y llanamente un pasado feliz, un presente infeliz. Y aún a pesar de esto no he podido evitar acordarme de 'L'annèe dernière à Marienbad', donde es también el pasado el que construye la historia presente como una telaraña, aunque en este caso es un pasado vacío, un pasado que nunca vemos, y sobre todo un pasado incierto, profundamente marcado por la fantasía y la subjetividad, así que, ¿por qué debería importarnos algo que puede o no puede haber sucedido? De la misma manera podríamos preguntarnos ante 'Two for the Road': ¿por qué debería importarnos algo que ya pasó? Y sin embargo nos importa, vaya si nos importa. Nos importa tanto que gracias a este pasado que se nos da a conocer rezamos porque ese matrimonio actual que parece odiarse a muerte, que parece ser completamente infeliz y haber traicionado todos y cada uno de sus ideales lleguen a reconciliarse y todo acabe bien, porque como dice Audrey Hepburn: me gustan los finales felices.

Esta es la cara A de la historia. El pasado nos importa, demasiado, por eso no somos capaces de ponerle final a ese presente que es ya sólo una malformación de aquello que existió. Sin embargo no podemos olvidar esa otra cara B que aflora constantemente durante la película, en frases repetitivas, ¿por qué? ¿por qué no acabarlo ya? ¿por qué continuar con esto? y sobre todo la gran pregunta, que todo el mundo debería hacerse en uno de esos giros de guión de sus vidas, cuando la valentía les adueña: ¿Cuánto tiempo piensas seguir recordando el pasado?





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