There's Always Tomorrow (Douglas Sirk, 1956)

Clifford Groves es un hombre infeliz que duda entre su familia y la mujer que ama. Ella se encuentra en la misma ciudad que él, en un lugar concreto, pero ha rechazado un encuentro por miedo a lo inevitable. Entonces Clifford llega a casa e intenta matar el tiempo, puesto que se encuentra solo y perdido. Se quiere subir por las paredes, pero como no tiene 15 años ni vive en una película independiente, no se tira en la cama a escuchar a Kurt Cobain ni a leer a escritores rusos existencialistas mientras suspira mirando al techo, sino que abre el cajón y pone en su tocadiscos sin artificialismos la primera cosa que suena, algo que tiende hacia lo neutral, un poco agitado. Y se sienta, coge el periódico, y se da cuenta de que en segundo plano está la foto de su familia. Esa opción, ese presente/realidad que no le satisface. Y en un gesto brusco y evidente, esconde esta imagen con el periódico, la borra del plano, dejándonos claro a nosotros espectadores lo que pasa exactamente por su mente y cuál será su próximo paso, sin necesidad alguna de palabras. Eso es lo que hacen algunos maestros como Douglas Sirk.

Minutos más tarde, y solo por el placer del diálogo, le explica a ella lo que sentía en esta escena:
"Una vez en mi casa, la casa donde vivo desde hace años, me senté a leer el periódico. Lo abrí por la mitad. Me sentí perdido en ella. Atrapado en la tumba que yo mismo me había construído. Los años pesaban como auténticas losas. Huí de allí. Estaba vivo. Solo tenía ganas de verte".



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