Chained (Jennifer Chambers Lynch, 2012)

Creo que 'Chained' es una película correcta en cualquiera de los aspectos que los críticos nombran cuando hablan sobre una película, sin embargo el mayor acierto de 'Chained' son los títulos de crédito. Estoy segura de haber visto esto antes, pero como no lo recuerdo, pues no cuenta. 'Chained' acaba, como viene siendo cada vez más habitual en las películas de terror, con una especie de inversión de los papeles entre el psicópata y su víctima. Es decir, que la víctima toma de alguna manera el relevo de su odiado mentor y continúa con su tarea o estilo de vida. Muerto el perro sigue viva la rabia. Y las películas acaban ahí. Tipo oh, qué fuerte. Sorpresa final. Pensábamos que todo había acabado, después de hora y media de encerramiento él había conseguido escapar, ahora era libre y ¡oh!, vuelve a su esclavitud puesto que es lo único que conoce. Fundido a negro, y la gente sale de la sala más o menos satisfecha (cada vez más, al principio costó un poquito introducir estos finales relativamente bruscos que te dejan con ganas de más, nunca me olvidaré de la indignación causada por la 'Broken Flowers' de Jim Jarmusch o la 'Caché' de Haneke, curiosamente ambas del mismo año). El caso es que los créditos de 'Chained' son brillantes porque con un simple truco de sonido amortiguan el golpe causado por el final haciéndolo mucho más indigesto y lo que es mejor aún, estimulando la imaginación del espectador (gracias). En el plano final vemos cómo la víctima vuelve a casa del psicópata para instalarse en ella, corte a negro, títulos de crédito. ¿Y la música? No hay música. Lo único que podemos escuchar es la continuación sonora del plano anterior. Él entra en la casa, cierra la puerta, abre la nevera quizás, se sienta en su sofá, pero nosotros no vemos nada. Esta continuidad no podría haberse hecho más efectiva de otra manera, además de que al no interrumpir la acción con la típica música final de créditos tan irritante a veces, no eres capaz de salir facilmente de la acción. Te quedas, de algún modo, atrapado en esa casa, en esa sensación, en ese siniestro irrefutable. Y es ahí donde el terror comienza.





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