Limelight (Charles Chaplin, 1952)

No me cabe en la cabeza cómo fue precisamente Chaplin quien pudo hacer una de las películas más tristes que he visto en mi vida. Estar feliz ante un mundo tan deprimente siempre me pareció la opción más loable, la más difícil, la más imposible, así que todos aquellos directores que son capaces de sacar una sonrisa en medio de esta tragedia (y Chaplin las sacaba como ningún otro) se merecen mi más profunda admiración. Estoy intentándolo pero no sé qué me pasa con Chaplin que siempre me deja sin palabras. A él tampoco le gustaban mucho, así que seguro que no está enfadado por ello. Podemos quedarnos los dos en silencio.

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