The Girl with the Dragon Tattoo (David Fincher, 2011)

Nunca leí los libros y si vi la versión sueca de la primera parte hace dos años fue porque era la semana del cine y salía realmente barato.
Si vi ésta es, claro, por David Fincher. Sin embargo o mi memoria me falla, lo cual es muy probable, o no hay realmente mucha diferencia entre ambas. Recuerdo sobre todo la fotografía, y las tonalidades, y no difieren mucho en mi cabeza. Ni la historia, obviamente. Todo parece estar más o menos repartido. Y con toda probabilidad este remake en tan corto espacio de tiempo, sea completamente innecesario. Así que me olvidaré de la película y me centraré en el personaje de Lisbeth Salander.

Hace poco leí en un sitio una lista sobre mujeres mal de la cabeza con las que el redactor tendría una aventura, y allí estaba, entre algunos especímenes como Isabelle Huppert en 'La Pianista' (quien lo escribió era realmente un temerario), Lisbeth Salander. Fue la única chica que me llamó la atención, porque en todas estaba más o menos de acuerdo, pero respecto a Lisbeth, mire a donde mire, todo me aleja de mi concepción de lo atractivo.
Creo que una de las razones que daba es que era hacker. Quizás tenga algo que ver con que es un papel que se le atribuye nornalmente a los hombres, y esas inversiones de roles siempre os excitaron mucho, creo. Ya sabéis, chicas recién despertadas llevando sólo vuestras camisas gigantes, chicas que juegan a la Play o disfrutan de un partido de fútbol gritando improperios a vuestro lado. Si alguien me va a acusar de machista, le partiré la cara.
El caso es que durante este visionado intenté encontrarle el atractivo a Lisbeth, que no a Rooney Mara, que personalmente creo que tiene una cara raruna y difícil, lo cual a priori está bien. Y sí, es cierto que Lisbeth tiene ese pequeño atisbo de animal herido que se ha hecho fuerte (ten cuidado con las personas heridas, son las más peligrosas porque saben que pueden sobrevivir). Y eso no es encantador, pero atractivo es un rato largo. No es vulnerable, no es una pobre y frágil criatura que se queda llorando en una esquina, sino que tiene un instinto animal y una capacidad de reacción envidiables. Lástima que todo esto quede oculto tras sus tatuajes de choni, su vestimenta de persona sucia y su cara SIN CEJAS. Por si todo esto fuera poco, tiene esa ambigüedad sexual sobre la que no se habla (me gustan mucho las cosas de las que no se hablan en las películas), y por encima de todas las cosas, lo maravilloso de Lisbeth es que termina con el corazón roto. La chica fuerte.

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