A Touch of Sin (Jua Zhang Ke, 2013)

Hay una escena increíble en A Touch of Sin. Está esta mujer que trabaja de recepcionista en un balneario, y ella no es una puta. Algunas otras chicas sí lo son, hacen masajes, hacen felices a los hombres. Pero ella, esta chica, ella no es ninguna puta. Sin embargo un hombre la toma por tal. ¿Qué haces en esta habitación si no eres una puta?, le pregunta. Ella no tiene muchas respuestas salvo repetirle, repetirle una y otra vez, vete, vete, vete, largo, no soy una puta, no soy una puta.

Entonces este hombre empieza a pegarle. Le pega una bofetada haciendo que ella se caiga en el sofá por la fuerza del golpe, suficiente para derrumbarla pero no tanto como para hacer que se rinda. Así que ella se levanta, mirándole cara a cara, enfrentádose contra su mirada. Y él le pega otra bofetada, y ella se cae, y se levanta acto seguido, rápida, digna, amenazante. Le pega, se cae, se levanta. Le pega, se cae, se levanta. Le pega, se cae, se levanta. Le pega, se cae, se levanta. Esto se repite durante muchísimos minutos. Y ella siempre se levanta con esa mirada que nos deja helados, con la belleza de la mirada de alguien que no tiene miedo.

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