The King of Comedy (Martin Scorsese, 1982)

No hace mucho tiempo que vi 'It Should Happen to You!', donde la protagonista, sin absolutamente ningún talento, soñaba con abrirse paso y hacerse famosa en New York. Lo consiguió comprándose una valla publicitaria donde solamente se veía su nombre. Todos empezaron a hablar de ella, ¿quién es esta chica? ¿qué hace? La respuesta era nada. Una chica gris, una persona normal, que hizo todo lo que estaba en su mano para hacerse famosa. Esta chica encarnaba el querer es poder del modo más fanático posible.

Algo parecido pasa con Robert de Niro en 'The King of Comedy'. Su talento para la comedia no se pone en entredicho en ningún momento porque simplemente no se muestra. No es hasta el final que oímos sus chistes y sabemos si son buenos o no, pero como espectadores nos ponemos de parte del protagonisma y queremos creer (y casi deseamos) que hay algo en algún lado. Pero lo que brilla en este personaje es lo mismo que destacaba en la Gladys de antes: las ganas de ser alguien en un mundo en el que la mayor parte de la gente no es nadie. Rupert Pupkin sabe cómo dirigirse a una audiencia, cómo encajar los aplausos y en qué programa quiere salir. Tiene la fuerza necesaria para hacer todo eso, pero no para practicar el verdadero trabajo que quiere realizar: ser humorista. Son dos maneras perfectas de no hacer nada pero conseguir hacer creer al resto del mundo que tienen algo especial, aunque ese algo sea la característica de la mediocridad más anodina.





 

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