Un divan à New York (Chantal Akerman, 1996)

Chantal Akerman escribió una vez:

"He estado y he escrito. Sin comprender demasiado. Una mirada de paso, maravillada por el verano, pasando por Alemania del Este, después Polonia. Por el camino, a paso ligero, Tarnow, de donde viene mi madre. Ni visto, ni mirado.
En la frontera, el verano se apaga para dejar paso al otoño. Un otoño sordo y blanco, recubierto por una masa de niebla. En el campo, hombre y mujeres casi acostados sobre la tierra negra de Ucrania, confundiéndose con ella, recogen remolachas. (...)
Y el invierno blanco. Y el cielo inmenso y algunas siluetas que caminan hacia Moscú donde confluirá la película. Que dejará sin duda percibir algo de este mundo desorientado, con esta impresión de posguerra en el que cada día vivido parece una victoria...
Poco a poco nos damos cuenta de que siempre se muestra lo mismo, un poco como la escena primaria.
Y la escena primaria para mí, debo rendirme a la evidencia es, a lo lejos o bien cerca, viejas imágenes apenas recubiertas por otras más luminosas e incluso radiantes.
Viejas imágenes de evacuaciones, de caminatas en la nieve con paquetes, hacia un lugar desconocido, de rostros y cuerpos colocados uno al lado de otro, de rostros que vacilan entre la vida fuerte y la posibilidad de una muerte que vendrá a golpearlos sin que hayan pedido nada. Y siempre es así.

Ayer, hoy y mañana, ha habido, habrá y hay en este momento gentes a los que la historia, ya sin H, viene a golpear y que esperan allí, aparcados en montones, a ser asesinados, golpeados o muertos de hambre, o que caminan sin saber a dónde van, en grupo o aislados. No hay nada que hacer, es obsesivo y me obsesiona. A pesar del violonchelo, a pesar del cine.
Terminada la película me digo: era pues eso. Era, una vez más, eso."

A veces siento que hay una desconexión enorme entre el director y su obra. Me pasaba con Luis Aller, mi profesor de cine en Barcelona y la persona que más sabía de cine que jamás haya conocido. Y sin embargo, él no era capaz de hacer la obra perfecta, con todo lo que sabía sobre las perfecciones de los demás. Hizo 'Barcelona, lament', y me costó horrores terminar de verla. Me pasa con Truffaut. Sabía tanto, tanto de cine, y sobre todo escribía tan bien sobre él, que luego había un desajuste con sus películas. ¿Por qué no son buenas? me preguntaba cada vez que veía alguna y resultaba ser descafeinada, insulsa, mediocre. A esos les exiges lo mejor.
A Chantal Akerman no le pasa eso exactamente, porque tiene películas increíbles, pero a años luz de esta tópica y vacía comedia romántica sin razón de ser. En cuanto a forma de filmar, temática, ligereza. Entonces me pregunto, ¿por qué? ¿por qué, POR QUÉ?

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