Wrong (Quentin Dupieux, 2012)

Lo absurdo está obligado, por definión, a desobedecer las normas de la lógica. Si nos quedamos en la superficie, se corre el peligro de caer en la irreverencia o la estupidez de tomarlo al pie de la letra y hacer lo que nos venga en gana. La teoría del porque sí. O peor. La teoría del ¿por qué no?. Se corre el peligro de perder los puntos básicos de lógica absurda que mantienen en tensión y en firme una historia sin que esta se caiga por su propio peso. Que hacen que, en definitiva, esta tenga un sentido por el que existir. De lo contrario, todo vale y nada vale. Una cara de la moneda, la del mundo extraño pero nunca vacío, sería Lynch. La otra cara es Mi loco Erasmus.

Wrong, en este sentido, se me antoja como una obra maestra del equilibrio. Un hombre se pone a pintar tu coche de azul, cuando tú apareces este te dice que encontró ese bote por ahí y que te lo está pintando. Tú le dices que te gustaba más de rojo. Él dice, vale, otra vez será. El otro responde gracias, y se despiden amablemente. Eso es el absurdo, y sin embargo, sabes y sientes que no es al azar lo que rige los diálogos y las acciones de estos personajes o de todo cuanto sucede ante ello.

El personaje principal se sitúa en un punto vacío en el desierto. Ha perdido su trabajo hace 3 meses, un trabajo en una oficina en la que siempre llueve a mares y a nadie parece importarle, y sin embargo, él sigue yendo diariamente un par de horas. Se sienta, finge que trabaja, y se va, bajo la mirada de odio de sus compañeros.



Un señor que tiene como negocio secuestrar a las mascotas de la gente para que estas recuperen el amor, la atención, el cariño y la devoción del primer día al sentir su ausencia, y el pánico a perderlos, secuestra a su perro. Me pregunto a cuántos novios y novias se deberían secuestrar diariamente para aprovechar un poco mejor esa grandiosa idea. Ese sumum del no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, y cuando lo pierdes, lo quieres de vuelta.



Me gusta que él, este hombre, se mueva a lo largo de esta película entre estas dos pérdidas. Una la afronta con pasividad: no quiero perder mi trabajo, voy a seguir yendo en silencio y sin hacer nada para no darme cuenta del dolor. Otra la afronta de un modo activo, hasta el punto de lograr la telecomunicación con su perro. Un déjalo ir y un hazlo venir. Sabes que lo has hecho bien cuando la línea de meta es exactamente la misma que línea de salida, y sin embargo se siente de un modo diferente. Se siente a victoria circular.

Y me gusta, me encanta, cómo la cámara se pelea por encontrar su punto de foco en cada plano, perdiéndose en imágenes borrosas y zonas nítidas. Puntos de enfoque aleatorios y danzantes que nunca sabes a dónde te van a llevar.


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