The Great Gatsby (Baz Luhrmann, 2013)

Recuerdo cuando hace dos años y medio empecé este blog al que le daba unas semanas de vida. Solo tenía una intención: no olvidar las películas. Pasé una (larga) época de mi vida en la que podía ver 4 películas diarias y era precioso y horrible a la vez, puesto que el placer era tan intenso como momentáneo. Como quien se come un helado. Una vez engullido, no queda ni rastro en la boca pues hasta los restos se derriten. Un orgasmo de hora y media. Así que mi idea fue y es escribir sobre cine con el corazón (oh) y nunca con el cerebro. Inyectarlo de un modo directo y sin rodeos. No engañarnos autoconvenciéndome de que sé lo que digo, como suelen hacer los críticos de cine de verdad. Hablando de cosas vacuas como fotografía o diciendo frases como "el libro es mejor que la película." A esta gente me gustaría decirles: dejad de hablar de cine, empezad a sentirlo. Mi trabajo es no olvidar.

El caso es que hoy pensaba en estos motivos que me trajeron aquí porque cada vez más a menudo incumplo una de las reglas que me había autoimpuesto: para escribir con el corazón y no desde un análisis pseudoprofundo, es imprescindible escribir justo después de ver la película, cuando todavía late en la retina. Hace ya más de una semana que fui al cine a ver Gatsby le Magnifique, como le llaman por estas tierras, y supongo que lo más amable que puedo decir es que la he olvidado como quien olvida sacar la basura. Pero recuerdo una cosa.

Recuerdo las fiestas que Gatsby organizaba con la única intención de ver aparecer a Daisy, un día. Pero sobre todo recuerdo una frase que Julio de la Rosa escribió en Diez años foca en un circo:

A este lado estabas tú.
Al otro, el resto del mundo.
Nos alejamos de todos
Y,
Un mal día,
Me preguntaste
Por qué
Nunca
Nos invitaban a sus fiestas.

Pienso en cómo Gatsby pasa las horas al extremo del muelle mirando esa otra orilla que parece alejarse a cada ola. A este lado yo, al otro lado tú, que es como decir el resto del mundo. Pienso en cómo Gatsby se ensordece a base de música y alcohol y bailes y sexo en los que ese resto del mundo participa, menos él. Sé lo que es estar en una fiesta que no te pertenece. Tu fiesta de cumpleaños a la que nunca fuiste invitado. Y en el medio, nadando entre el sudor, todos mienten. Todos brillan y nunca vemos a la chica fea que nunca baila. Vemos a las bien peinadas. A las locas. A las salvajes. A las que no piensan ni se detienen. Y las vemos en 3D y son todavía más falsas. Más sobreactuadas, más de plástico, quebrándose a cada movimiento de cadera. Y se mueven rápido para que no seas capaz de atrapar su impostura, no sea que al final del baile, no haya nada más.

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