Simon Killer (Antonio Campos, 2011)

Simon Killer tiene muchas cosas muy interesantes pero muchas otras que no lo son. Entre las interesantes pondría en la cima el uso del sonido. Me gusta mucho la utilización moderna (en el buen sentido de la palabra) de la música que escucha el protagonista para adentrarse en la cabeza del personaje. Por ejemplo, ¿cuántas veces vamos por la calle escuchando una canción que es demasiado triste/demasiado animada para nuestro estado anímico presente y cambiamos a otra más acorde con lo que se mueve por nuestra sangre en esos momentos? Pues ese gesto lo repite Simon numerosas veces, y muy sabiamente, la película nos interrumpe estas canciones para hacernos saltar a otras bruscamente provocando nuestra frustración. Es como ir en el coche con una persona que no para de cambiar de canción esperando encontrar esa una y concreta que quiere escuchar, y ninguna otra le vale. Exasperante para el copiloto, imperativo para el conductor. Esto mezclado con pasajes de bailes en los que la música pare...