Lian lian feng chen (Dust in the Wind) (Hou Hsiao-Hsien, 1986)

Para mí el momento más duro del cine es ese en el que estás en una sala y has perdido la película. No que te hayas perdido en ella, pues eso es algo maravilloso, sino cuando verdaderamente te has perdido el qué y el cómo y el porqué de esa película. E intentas encontrarlo o bien recuperarlo durante varias escenas pero simplemente sientes que ya no puedes llegar a ello, y (yo al menos) me frustro y me enfado y después de eso, me aburro soberanamente.

Eso me pasó con 'Polvo en el viento' (no estoy segura de si este es el título en español). Estaba allí en el cine, delante de sus imágenes y sus sonidos y fui completamente incapaz de meterme en ella. Por un instante la acusé: "no tiene corazón, eso es lo que le pasa, es muy fría". Segundos después me acusé a mí misma: "no tengo corazón, eso es lo que me pasa, soy muy fría". Fuera de quien fuera la culpa, hay algo que no funcionaba entre esta película y yo. Algo que flotaba en el aire como esas partículas de polvo que la luz del proyector revela (tan encantadoras) que no era capaz de llegar hasta a mí, o yo capaz de llegar hasta ello.

Todo esto me ha hecho preguntarme sobre la hipocresía que rodea al cine. Por qué puedo salir de ver una película taquillera y deleznable y no tener ningún miedo a decir que la película "es mala", sin embargo no me siento intelectual o emocionalmente capacitada como para decir que esta película taiwanesa de los años 80, alabada por la crítica y de un director reputado sea "mala". Creo que son cosas que se sienten y no se explican, y el cine no es matemática, ni siquiera se le acerca. El cine es corazón, cerebro y ojos y los tres órganos se tienen que poner de acuerdo para disfrutar o sufrir algo. No conmigo, no esta vez.

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