The Strange Love of Martha Ivers (Lewis Milestone, 1946)

Sigo pensando en Almodóvar. Sigo pensando en los diálogos que se llaman descontextualizados. En los tonos que se llaman incoherentes. En los llamados desajustes. Pienso en todos esos tiempos cinematográficos que han muerto y a los que Almodóvar quiere agarrarse con uñas y dientes. Él, que es un gran cinéfilo, que ha visto tantísimas películas de años ha. Y todas sus obras tienen ese amor a algo que no quiere soltar. A esas frases categóricas, melodramáticas, sentimentales que según algunos no tienen espacio en el ahora cinematográfico. Huelga decir que no estoy comparando, pero yo que también he visto más películas del antes que del ahora, me pasó algo parecido cuando hice mis primeros y horribles cortos. Con esas frases, esos títulos, que quedan tan bonitos sobre el papel y tan falsos sobre la pantalla. Que me hacen sonrojarme sólo de pensarlo. Sin embargo pienso en ‘La ardilla roja’, una de mis películas favoritas del cine español, y recuerdo que todo encajaba tan a la perfección. Recuerdo frases como “qué bien, mis ojos se enredan de sueño” (hablo de memoria, porque escribo desde un sitio sin internet). Frases difíciles en el mundo real, imposibles más allá del encuadre, y sin embargo perfectas dentro de esa historia, de esos personajes, de ese mundo.

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Yo creo que no se puede ser un buen cineasta sin tener un fondo cinéfilo profundo, sin embargo también soy consciente del tremendo daño que haber visto demasiado puede hacer. Desde la inevitabilidad del homenaje-copia involuntario, hasta un aprendizaje inconsciente sobre bases ya obsoletas, sobre técnicas que ya no funcionan, que han evolucionado, y quizás tú las has visto evolucionar pero prefieres hacer como si no. Quedarte atrás. Supongo que eso es lo que llaman estar en el momento equivocado y no vestir con ropa vintage.

Viendo ‘El extraño amor de Martha Ivers’ me doy cuenta de que el melodrama ha muerto, y quiero llorar en su funeral. También el cine negro ha muerto, la negritud tal y como la entendíamos. Y el musical, pobrecillo.
No sé qué ha ocurrido. No sé por qué hemos ido dejando de lado el éxtasis, la pasión y nos hemos ido acercando hacia la triste y patética realidad. Si yo al cine lo quería precisamente por alejarme de ésta. No sé si el espectador se ha desensibilizado o si es el cine el que se ha hecho el duro, si se ha tapado bajo los efectos especiales de las películas de acción, si se ha cubierto bajo un manto de nieve y silencio y lentitud como los delicados dramas de hoy. Sin el melo. Sin todo lo dramático. Dejando atrás aquellas historias en las que la muerte parecía la única opción. Las muertes a lo grande, poéticas, vaporosas, tan bien fotografiadas, compuestas, narradas, que se le antojarían a cualquiera.

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Comentarios

  1. Non sexas melodramática. Non nos achegamos á realidade, hai de todo. O cine segue evadíndonos e no cine de hoxe hai sitio para todo. Se me gustou o Drácula de Coppola foi precisamente por todo eso que ten de excesivo, de grandilocuente e megalomaníaco, de xenio tolo ou o que sexa, capaz de gastar millóns de dólares nun plano de dous segundos. E para unha historia como esa paréceme perfecto ser barroco e recargado.

    E estou e non estou de acordo co que dis. Eu teño as mesmas preguntas para min mesmo, se saber demasiado é bo ou é malo, pero imaxino que só se trata de ter algo que contar e atopar a forma de facelo. E se hai que pasar a vida intentándoo e sendo un mediocre Truffaut en vez dun grandioso Godard, pois bueno, sempre nos queda escribir cousas bonitas. Ti falo moi ben.

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  2. Si no fuera melodramática no sería yo, ¡aparte de que estoy hablando de un melodrama!

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