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Mostrando entradas de mayo, 2012

The Asphalt Jungle (John Huston, 1950)

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Creo que el marketing que acompaña al mundo del cine es una soberana estupidez. Resulta ridículo que Marilyn Monroe (quien, admitámoslo, no es que fuera una actriz especialmente brillante) protagonice todos los carteles promocionales de 'La jungla de asfalto', cuando en dos horas de metraje, aparece en pantalla un total de dos minutos, si me apuras. Además sus momentos estelares se convierten en ridículos. Parece ser que cuando está en pantalla la cámara no es capaz de separarse de ella, como si estuviera aprovechándola al máximo, y sin embargo es algo contradictorio con la trama y con el devenir de la historia. Además, no soporto ver a una persona fingiendo llorar con la cara completamente maquillada y sin atisbo de lágrimas. En ese sentido, Jean Hagen, que interpreta al personaje de Doll, se come a Marilyn con patatas. No sólo ocupa diez veces más del metraje y con diginidad, sino que sabe llorar con ganas y no le importa que el rímel se le corra y que su cara no apare

Guest (José Luis Guerín, 2010)

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'Guest' es la prueba irrefutable de que ser cineasta no es un oficio. Un oficio es mecánico y tiene horarios y límites y cuatro paredes, generalmente. Ser cineasta, y sobre todo amar el cine, no sabe de días ni de cansancio y no sabe qué es no ser cinesta, no sabe qué significa no amar el cine, ni siquiera sabe parar de mirar salvo cuando duerme. Saber hacer cine es saber mirar, no me cabe ninguna duda. La realidad está delante para todos y de igual modo, y sólo algunas personas saben interpretarla o saben verla. Se dice fácil y rápido. Saber ver. Estoy leyendo el libro que escribió Patti Smith sobre Robert Mapplethorpe y Robert le decía siempre a Patti: Nadie ve como nosotros, Patti. Nadie ve como nosotros, Patti, una y otra vez. 'Guest' es un manifiesto del saber mirar. Me encanta cuando las personas miran a cámara y sientes como si te estuvieran mirando a los ojos, como si estuvieran al otro lado, increpándote, acusándote o comprendiéndote. Si estas personas miran

Dark Shadows (Tim Burton, 2012)

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Mi relación con Tim Burton es vieja. Cuando era pequeñita mi madre tenía la colección de "Cine de hoy" (el hoy eran los 90) donde uno de los títulos era 'Eduardo Manostijeras'. Me vi toda esa colección, y mis preferidas las repetía hasta la saciedad. Eran otros tiempos y la cultura cinematográfica se construía en base a los videoclubs y los VHS que tenías en casa. 'Eduardo Manostijeras' era de mi favoritas, por lo que la pude ver, sin exagerar, más de 30 veces. Claro que no sabía quién era Tim Burton, ni siquiera reconocía a Winona Ryder ni a Johnny Deep incluso años después, cuando supe quienes eran Winona Ryder y Johnny Deep. Tim Burton no era un director que me volviera loca, pero por alguna razón cada vez que salía una película suya, iba a verla. Sin más. Es curioso que haya establecido esta fidelización por alguien que tampoco me parece un genio y cuyas películas olvidaba una vez abandonaba la sala, sin excepción. Las únicas que vi y re-vi con placer fu

Os 3 (Nando Olival, 2011)

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La historia del cine está llena de tríos. Sin pararme a pensar, los primeros que se me vienen a la mente son 'Bande à part', 'Jules et Jim' y por supuesto 'The Dreamers'. Este trío siempre está formado por dos chicos y una chica, y en mi cabeza el contrario no funcionaría. Sería incluso un poco machista, aunque el opuesto no es feminista ni mucho menos. También es curioso que los directores de estos tríos son hombres, que aspiran al amor de una mujer que ha de ser compartida. Estas películas acaban siendo un poema de amor, una dedicatoria a la belleza y al encanto de una dama por la que dos hombres llegan a entrar en conflicto. Al final todo se reduce a lo mismo: una chica bonita siendo filmada y observada por otros. En 'Os 3' sucede algo parecido, y aunque esté a años luz de las anteriores, no deja de tener un aquel aprovechable. Los tríos funcionan bien porque siempre están desequilibrados, por lo que el conflicto nace de la lucha por estos pode

Le nom des gens (Michel Leclerc, 2010)

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En el cine están de moda las locas adorables. Sería muy difícil decir quién fue la primera (posiblemente tenga más de 100 años), pero últimamente son tan evidentes que hay que estar ciego para no verlas. Estas chicas enamoran a los chicos porque siempre son una chispa para sus grises y aburridas vidas, les hacen perder el control durante un tiempo y les enseñan una lección moral como... ¡vive! o... ¡sé feliz! Estas locas son unas impostoras porque no son reales, son unas locas de postal. Hay muchos tipos de locuras, lo sé, pero estas nunca te acuchillarían por la noche, sólo hacen estupideces como correr desnudas por la calle o oh, ¡locura!, acostarse con mucha mucha gente, y lo que diferencia a estas neuróticas inestables de las verdaderas locas es que las primeras nunca, nunca acaban por perder el control por completo. Sólo fingen que lo pierden. En este apartado podríamos incluir a todas aquellas que robaron los corazones de nuestros héroes, pero si olvidamos toda la historia del