Stella (Mihalis Kakogiannis, 1955)

El sábado pasado fuimos a ver 'Stella' al cine, una preciosa película griega de los años 50 a la que los franceses añadieron al título "femme libre". Stella, femme libre, para el espectador perdido, habla sobre una mujer que es evidente y descaradamente libre. A esa Grecia años 50 tampoco le podemos pedir demasiado, por lo que esa libertad se traduce únicamente en el ámbito amoroso y sexual. Es triste, pero muchos hombres del 2012 en países teoricamente avanzados todavía no son capaces de tolerar o de comprender a esta mujer que, qué demonios le pasa, no quiere casarse, y prodiga amar hasta que se le acaben las ganas, y después hasta luego. Sin embargo aún a día de hoy Hollywood saca películas en las que ves a una mujer que, dios mío, es una rebelde porque se acuesta con hombres sin querer ningún tipo de compromiso después. Los hombres las llaman libertinas. Las mujeres las llaman putas. Y no estamos en Grecia años 50.

Mientras veía 'Stella' me sentía muy estimulada (no de un modo sexual) por la poesía de muchas de sus imágenes y por la infinidad de cuestiones morales que plantea, sin embargo han pasado 5 días y como todo lo que pasa por el filtro de mi pésima memoria, se ha apagado un poco. No obstante creo que nunca podré olvidar dos escenas en concreto, porque nunca vi cosa más bella.

La primera es cuando Stella conoce a un futbolista, dominador, de carácter fuerte y caprichoso. Su capricho es Stella, y aparece por la noche en su coche, borracho, frente a la puerta del bar donde canta y baila Stella. Dice querer entrar al bar con el coche, por lo que Stella entra al juego de quién es más fuerte y se sitúa frente al coche retándole a pasar por encima de ella si realmente quiere entrar. Él arranca con todas sus fuerzas hacia ella y Stella no se mueve ni un ápice, juraría que ni pestañea ni borra la sonrisa de satisfacción y orgullo en su cara. Esa sonrisa que dice, viva o muera: he ganado. El coche se detiene a apenas un centímetro de su nariz.

La segunda escena está relacionada con la primera. Es el final de la película. Stella ha huído de la boda obligada con este hombre porque sin duda alguna prefiere la muerte antes que verse privada de su libertad. Se encuentran después de una eterna noche de baile cada uno por su parte (otra escena maravillosa, en la que en encuadres y lugares distintos, Stella baila con un chico y su (ex) baila con otra chica, a cada cuál más vigoroso, más fuerte, más loco, más fuera de control, como retando al otro aunque ninguno pueda verse). Pues eso, se encuentran por la mañana en un enorme espacio derruído, vacío, asfaltado y desolador. Ella sabe que él va a matarla y sin embargo empieza a caminar, con la cabeza muy alta hacia él, que sostiene un cuchillo en su mano. Él le grita, vete Stella o te mataré. Vete por favor. Sin embargo ella se dirige altiva y feliz hacia su muerte, como si una fuerza invisible tirara de su estómago hacia la punta del cuchillo. De igual modo que antes el coche se dirigía hacia su objetivo, mirando en una única dirección.

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