El artista y la modelo (L'artiste et son modele) 2012, Fernando Trueba
El artista y la modelo tiene en mi cabeza dos antecedentes muy
claros. Uno es La bella mentirosa, la sedante caída en picado rodada por
Rivette. En ella hay una historia, y el otro día me recordó Joy que
cuando acabamos de verla, seguimos oyendo las pinceladas durante al
menos una hora. Así de incrustada se nos quedó esa película. El segundo
referente viene curiosamente de la mano de su hermano menor, David Trueba: Madrid, 1987.
Lo que une a estas tres películas es el artista: pintor, escultor y escritor, y la mujer como musa o objeto precioso a mirar. Mujeres que siempre son jóvenes y escandalosamente bellas. Hombres que siempre son viejos y han llegado a una especie de corredor sin fondo. El que hace y el que es hecho. En las tres películas hay una especie de obstáculo que no es más que los demonios, incapacidades o frustraciones del artista. Lo hemos visto cientos de veces, sobre todo con metaforma de "hoja en blanco". Sin embargo hay algo que une a estas tres obras y es su manera de deleitarse.
Se produce aquí una hermosa metáfora. El creador que contempla la realidad para convertirla en imagen, y esto a su vez es reconvertido en imágen fílmica para ser observada por nosotros. Hay algo bello en todo eso. Algo dulce y delicado. El dejarse llevar contemplando la imagen de este contemplador. La paz interior de la belleza vacía. Y la belleza de las cosas simples.
Lo que une a estas tres películas es el artista: pintor, escultor y escritor, y la mujer como musa o objeto precioso a mirar. Mujeres que siempre son jóvenes y escandalosamente bellas. Hombres que siempre son viejos y han llegado a una especie de corredor sin fondo. El que hace y el que es hecho. En las tres películas hay una especie de obstáculo que no es más que los demonios, incapacidades o frustraciones del artista. Lo hemos visto cientos de veces, sobre todo con metaforma de "hoja en blanco". Sin embargo hay algo que une a estas tres obras y es su manera de deleitarse.
Se produce aquí una hermosa metáfora. El creador que contempla la realidad para convertirla en imagen, y esto a su vez es reconvertido en imágen fílmica para ser observada por nosotros. Hay algo bello en todo eso. Algo dulce y delicado. El dejarse llevar contemplando la imagen de este contemplador. La paz interior de la belleza vacía. Y la belleza de las cosas simples.
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