La ardilla roja (Julio Medem, 1993)

Hacía muchos años que no veía 'La ardilla roja', que es mi película favorita de Medem, aunque me gusta muchísimo 'Los amantes del círculo polar'. Aunque me gusta muchísimo 'Lucía y el sexo'. Aunque me gusta muchísimo 'Room in Rome'. Pero 'La ardilla roja' no la veía, quizás, desde hacía 7 años. Y eso siempre como que da miedo. Como que dices, dios mío, y si ya no me vuelve loca. Y si la película se equivoca. Dios mío, y si ya no soy la que era. Me daría mucha pena, como a Joaquín Pascual.

Esta película siempre me gustó por sucia. Por sórdida, por extraña, por imperfecta. Me recuerda a 'Blue Velvet'. Sus primeras películas están manchadas de tierra. Eran toscas, brutas, marrones, y eso me encantaba. Las siguientes se volvieron como el mármol. Perfectas, calculadas, los ángulos bien limados. Deslumbrantemente blancas o azules. También me encantaron. ¿Por qué, entonces, es 'La ardilla roja' la niña de mis ojos?
Pues no lo sé. Supongo que es por un cariño estrictamente personal y por nada remotamente parecido a la objetividad. Por esa canción que le hicieron Niños Mutantes. Emma Suárez, tan bonita, que parece un pez fuera del agua. Porque a mí también me ha faltado el aire, me he asfixiado, me he ahogado. Mis huesos se han doblado, mi cabeza se ha agrietado, y ya no corrió la sangre por mis venas (nunca más). Por Nancho Novo, que le adoro. Porque van en moto, y si utilizan el coche es sólo para ir bajo el mar. Por el sexo y la violencia y los momentos incómodos. Por las nuevas oportunidades, caídas del cielo y lanzadas contra la arena. Por la amnesia, bendita amnesia. Por los mentirosos, y sobre todo, sobre todo por las mentirosas. Por las ardillas rojas, ya que su ligereza les permite acanzar las flores que están más alejadas, en las últimas ramas, y también son mañosas, humildes y ligeras como las moscas. Mentirosas, huidizas aunque estratégicas, sinuosas y muy capaces de hurdir hábiles planes a espaldas de los hombres.